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viernes, 17 de diciembre de 2010

Adolescentes I

Es común encontrarse en la consulta con padres y madres que llevan a sus hijos adolescentes a terapia, en busca de apoyo para esta etapa de la crianza, superados por su mala conducta, berrinches, reacciones violentas, desinterés, rebeldía y otras tantas razones.

Normalmente, al momento que deciden pedir ayuda, la situación ha llegado o superado algún límite que para ellos era importante. Han golpeado a su hijo por primera vez y estan arrepentidos. Han descubierto a su hijo fumando marihuana o llegó por primera vez alcoholizado a la casa. Sencillamente se encierra en su pieza y en su mundo, dejandolos a ellos, sus padres, al margen de su vida. Eso los desespera.

Sea cual sea la razón que motiva la atención psicológica, el factor común que suele haber en estos casos es la dificultad de la familia para adaptarse a los cambios propios de la vida, es decir, la persistencia en un trato padre-hijo infantil que no logra acomodarse a las necesidades de diferenciación del adolescente, ni al rol más acompañante de los padres. Pero ninguna de las partes es capaz de ver esto, y se desgastan y culpan mutuamente, esperando que la otra parte ceda y reaccione favorablemente. Para ambos, la situación que los tensa, también los acomoda en alguna medida para mantener al margen temas más dolorosos o complejos.

Aquí la psicoterapia tiene una función vinculante. Principalmente, una vez se logran identificar los factores que estan influyendo en la rigidez del sistema familiar, se puede trabajar sobre ellos con la familia y que ellos mismos logren observarlos sin temor. Y, a su vez, puedan abrirse a un espacio protector que les permita expresarse libremente desde sus afinidades y sus diferencias. El vínculo y los afectos que se tienen unos a otros es lo que permitirá, cuando sea posible, la reestructuración de la familia.

El psicólogo aquí no trabaja para los padres. No transforma adolescentes rebeldes en niños obedientes. Su objetivo es acompañar al adolescente y ojalá a sus padres en una revisión de los elementos de su propia historia que no les permiten avanzar a la siguiente etapa. Si esos padres reconocen su responsabilidad, y ese adolescente permite la opinión del terapeuta, lo que se consigue es una familia que vuelve a comunicarse y a reconocerse como tal, y no como un grupo de individuos aislados.

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