En este blog encontrarás información sobre psicoterapia y la manera de acceder a una consulta psicológica
Cada semana habrá datos para mejorar tu calidad de vida y satisfacción en general

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Temores en la adultez

¿A qué puede temerle una persona adulta? Seguramente no a la oscuridad, pero sí a la soledad. No a los monstruos, pero si a las personas que hieren. El adulto está en un momento de su desarrollo en que puede mirar hacia ambos lados de su vida y recordar y proyectar casi con la misma fuerza. Ha vivido lo suficiente para saber quién es y no ha vivido tanto como para saberlo todo. Por aquí aparecen los puntos críticos.

En la crisis desde el pasado se inunda de arrepentimiento y frustración por lo vivido (o no vivido). La persona adulta está trabada en un momento, tal como sucediera en el día de la marmota, y revive ese recuerdo en cada nueva relación que establece, en cada cosa que con su mejor intención emprende. El problema es que, lo sepa o no, el fantasma de su fracaso anterior lo persigue y boicotea silenciosamente su afán. Por supuesto, el mismo lo boicotea. A esa nueva pareja le reprocha lo mismo que a la anterior, en ese nuevo trabajo se queja y no goza porque nunca obtiene el reconocimiento que siempre ha merecido. En esta crisis, el día siguiente es igual al anterior, al igual que la rabia y el autoreproche.

Distinto sucede en la crisis hacia el futuro, donde lo que prima es el desaliento y la falta de esperanza en el cambio (esto clínicamente conocido como anhedonia). La persona adulta se paraliza en su desazón actual y se vuelve incapaz de proyectar cosas mejores para si misma. Aparece la resignación y la rutina, la sobrevivencia, el vivir para trabajar, el comer para vivir. Es la pérdida de sentido, especialmente por el padecimiento de lo que fue y no cambiará. La relación de pareja ya no funciona, pero es mi marido. Nunca tuve hijos, pero me conformo con mis sobrinos y mis amigos. Me carga mi trabajo, pero es lo único que sé hacer. La persona boicotea su posibilidad de cambiar y se inventa una identidad rígida basada en imágenes de lo que le rodea. Todos los días mira la misma foto con su mejor tenida.

Superar los temores que acontecen con las crisis en la adultez, funciona tal como en la infancia. Se abre el closet y se descubre que no hay nada. Pero para acercarse a ese closet y enfrentar ese monstruo inexistente hay que superar una gran angustia. Creer que moriremos de miedo, para luego respirar aliviados (tras una psicoterapia, por ejemplo). Porque hasta que no abramos esa puerta y veamos que no hay nada ahí dentro, seguiremos pensando que ese monstruo es real y nos vigila por las noches. Algunas veces habrá que armarse hasta los dientes. Otras veces tendremos que identificar primero a nuestros monstruos, para saber a qué le tenemos miedo.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Apego en el primer año de vida

Los seres humanos somos los únicos mamíferos que nacemos indefensos. A diferencia de un caballo que esforzadamente se pone de pie, un neonato humano no puede hacer otra cosa que llorar. Eso es la primera demostración del apego. Es una conducta fundamental de sobrevivencia que pone en funcionamiento un recién nacido con una figura cercana en busca de atención a sus necesidades, pero principalmente de protección, cuidado y alimentación. Un neonato que no consigue apegarse a una figura competente en éstas áreas corre riesgo vital, aunque suene drástico. Por eso existe una relación tan cercana entre el apego y las competencias parentales, que tanto escuchamos por ahí los que trabajamos en ésta área.

Si bien el apego comienza como una estrategia de sobrevivencia, se va transformando rápidamente en un elemento afectivo que caracteriza la relación madre-hijo/padre-hijo. La madre (especialmente su rostro) es el espejo de las emociones del niño, quien en su reflejo irá incorporando estados internos asociados a las respuestas que en ella se susciten. Lentamente se irá estableciendo la relación entre conducta y emociones.

Y esta figura que nutre, cuida y protege, a la vez impacta en el desarrollo emocional del bebé a través de todo tipo de experiencias sensoriales. Toca sus pies, acaricia su rostro, toma sus manos, y el neonato reacciona casi instintivamente a cada uno de esos estímulos, conductas que a su vez demuestran que es un niño sano. Durante el primer año de vida, el bebé desarrolla la confianza básica en este primer vínculo, porque la ha experimentado y sensorialmente ha sido satisfecho. Ha encontrado congruencia entre su actuar y las reacciones de su cuidador.

¿Qué pasará entonces cuando no existe esta congruencia? A veces el niño llora y la madre lo acoge y otras veces cuando llora, ella lo deja llorar. O cada vez que el niño llora, ella se molesta y lo reta. O lo golpea para que se calle. Entonces es evidente que ese niño no puede desarrollar un apego seguro y sano. Y quedará entendido que no es por su responsabilidad. Podemos observar que es responsabilidad de esa madre (o ese padre) que no es capaz de atender y comprender las necesidades de su hijo, sea esto una constatación más que una búsqueda de culpables. Ya sea por su historia de vida, por su momento vital, por los significados asociados a la experiencia de ser madre o por la transición de niña a mujer, esa persona no está logrando ser madre (o padre).

Esa mujer debe plantearse y replantearse las consecuencias de sus actos. En primer lugar, por su hijo, si es que quiere que sobreviva y luego que viva sanamente. Y en segundo lugar por ella misma, si es que quiere mejorar como madre y luego como persona. No obstante, no existe tal diferenciación de momentos. Esa persona que atiende a su hijo, ya mejora como madre. Esa persona que permite a su hijo desarrollarse sanamente, ya mejora como persona. Es un proceso simultáneo y recursivo.

Servicio de utilidad pública: el Sistema Chile Crece Contigo realiza un acompañamiento del embarazo y una detección precoz de signos de depresión post-parto (categoría nosológica que no comparto) para asistir a la madre con terapia psicológica y apoyo de otros profesionales de la salud. Basta con estar inscrito en el sistema de salud pública y comenzar con los controles del embarazo.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Adolescentes I

Es común encontrarse en la consulta con padres y madres que llevan a sus hijos adolescentes a terapia, en busca de apoyo para esta etapa de la crianza, superados por su mala conducta, berrinches, reacciones violentas, desinterés, rebeldía y otras tantas razones.

Normalmente, al momento que deciden pedir ayuda, la situación ha llegado o superado algún límite que para ellos era importante. Han golpeado a su hijo por primera vez y estan arrepentidos. Han descubierto a su hijo fumando marihuana o llegó por primera vez alcoholizado a la casa. Sencillamente se encierra en su pieza y en su mundo, dejandolos a ellos, sus padres, al margen de su vida. Eso los desespera.

Sea cual sea la razón que motiva la atención psicológica, el factor común que suele haber en estos casos es la dificultad de la familia para adaptarse a los cambios propios de la vida, es decir, la persistencia en un trato padre-hijo infantil que no logra acomodarse a las necesidades de diferenciación del adolescente, ni al rol más acompañante de los padres. Pero ninguna de las partes es capaz de ver esto, y se desgastan y culpan mutuamente, esperando que la otra parte ceda y reaccione favorablemente. Para ambos, la situación que los tensa, también los acomoda en alguna medida para mantener al margen temas más dolorosos o complejos.

Aquí la psicoterapia tiene una función vinculante. Principalmente, una vez se logran identificar los factores que estan influyendo en la rigidez del sistema familiar, se puede trabajar sobre ellos con la familia y que ellos mismos logren observarlos sin temor. Y, a su vez, puedan abrirse a un espacio protector que les permita expresarse libremente desde sus afinidades y sus diferencias. El vínculo y los afectos que se tienen unos a otros es lo que permitirá, cuando sea posible, la reestructuración de la familia.

El psicólogo aquí no trabaja para los padres. No transforma adolescentes rebeldes en niños obedientes. Su objetivo es acompañar al adolescente y ojalá a sus padres en una revisión de los elementos de su propia historia que no les permiten avanzar a la siguiente etapa. Si esos padres reconocen su responsabilidad, y ese adolescente permite la opinión del terapeuta, lo que se consigue es una familia que vuelve a comunicarse y a reconocerse como tal, y no como un grupo de individuos aislados.

jueves, 16 de diciembre de 2010

¿Qué es ir al psicólogo?

Las personas buscan atención psicológica por muchas razones. La principal debe ser que han llegado al límite de alguna situación, de la cual, por si solos, ya no son capaces de siquiera pensar en soluciones o salidas. Con el primer paso, superan el temor y el pudor de abrir su cascarón, y pisan la consulta del psicólogo (o psicoterapeuta) por primera vez.

Esperan que esta persona, a quien acaban de conocer, pueda escucharlos y entenderlos. Y descubren que así es (la mayoría de las veces). Y quizás no saben que es así. Y la clave es muy sencilla: es porque no son juzgados. Y he aquí el punto de comparación.

Cada vez que comentamos a alguien un problema, la reacción habitualmente cae en una de cuatro conocidísimas respuestas autobiográficas, letales para que la comunicación sea real y efectiva. y así nos encontraremos con aquellos que responden negando nuestro sentir ('eso que tu estas haciendo esta mal') o con aquellos que imponen su propia historia a la nuestra ('una vez yo hice...'). Y ojo, sin darse cuenta. Esa y otras formas de comunicarnos están tan inmersas en lo cotidiano de nuestra manera de resolver problemas, que no sabemos que no nos ayudan a avanzar. Solo nos permiten atajar la contingencia. Seguirle el paso al cambio que, en la próxima vuelta de la rueda, reaparecerá en otro conflicto disfrazado de oveja.

Pues bien: un psicoterapeuta no juzga ni lo hará. Y si emite alguna opinión, no es tal, si no una interpretación en función del proceso de la persona. Por lo tanto, y finalmente, ir al psicólogo es ser validado como ser humano que comunica, es revisar el ciclo que una y otra vez, camuflado en nuestra vida cotidiana, nos lleva a cometer los mismos errores. Y solo así, dejar de pensar en ellos como errores y reconciliarse con la propia historia y vida.

Bienvenida o todo tiene un comienzo

Bienvenido, bienvenida. Cuando uno es anfitrión lo que hace es recibir y entregar desde el propio lugar. Cuando recibo en mi casa, abro mi puerta. Cuando recibo en mi hogar, abro mi intimidad.

Este blog tiene por objeto principal ayudar. Ayudar al que busca un consejo. Ayudar al que busca psicoterapia. Y como dice su título, y para quienes creemos en los ciclos, todo tiene siempre un comienzo. Y depende de nosotros determinar ese momento. podemos darnos vueltas y vueltas, como los dibujos de esher, y jamás asumir una postura, el huevo o la gallina.

Todo cambia hasta que uno detiene el mundo y asume una postura, la determinación de comenzar algo nuevo, distinto, y entonces el mundo comienza a moverse nuevamente, pero entonces ya estamos sobre él y no inmersos en su rotación. Solo entonces somos dueños de nuestro mundo.

La persona que comienza psicoterapia empieza a pararse sobre su mundo. A colocar los pies firmemente, trastabillar, pero permanecer. caerse, llorar y ponerse de pie. Este es mi comienzo con un blog que busca ayudar a quienes quieran detenerse, subirse a su mundo y continuar cambiando.

Hoy día decido comenzar otra vez, como tantas veces. Y cambiar.

Que disfrutes de este espacio.